sky line Auckland - Nueva Zelanda |
Una de las
labores más repetidas durante el viaje es la búsqueda de alojamiento. Lo normal
es anticiparte a la llegada evitando así no tener que perder el tiempo andando
por una ciudad desconocida intentando localizar un cuartucho donde
atrincherarte durante el tiempo oportuno. Mi criterio de selección es bien
sencillo, me ciño al lugar más económico. Suele ser una habitación compartida
por 4, 6, 8 y hasta 64 personas. En el viaje mochilero lo importante no es
tanto velar por la comodidad sino por la economía personal y cierta filosofía
de contención del gasto lo que determina muchas de tus decisiones.
Llegué a
Auckland, Nueva Zelanda y en esta ocasión había previsto la
reserva de una guestHouse en el centro de la ciudad donde compartía una pequeña
habitación con nueve personas más.
La ciudad
tiene un tamaño cómodo y abarcable para visitar su centro a pie, además es una
de esas ciudades que resulta acogedora desde el principio.
La universidad
está integrada en la ciudad lo que le da a las inmediaciones un alegre ajetreo
estudiantil.
Decido
alquilar un coche y visitar distintas zonas de la isla. Aquí conducen por la
izquierda y casi todos los coches son automáticos. Nunca había conducido de
esta manera y siempre me preguntaba si sería muy difícil cambiar la costumbre
de pilotar por la derecha, así que tenía oportunidad de comprobarlo en esta
ocasión.
Fui a la
empresa de alquiler y opté por un coche ranchera con colchón en la parte de
atrás, un hornillo portátil y algunos utensilios de cocina. Así podría dormir
en el coche sin gastar dinero en alojamiento.
Antes de
subirme en el vehículo la encargada me explica como funciona el coche
automático. Momentos después me siento en la ranchera, arranco el motor y muy
despacio me incorporo a la carretera. Paro uno metros más adelante para
estudiar el mapa y dirigirme a una zona conocida como la Península del
Coromandel, una zona de costa que me habían recomendado.
Los primeros
momentos en la carretera son bastante tensos, no quiero equivocarme de carril
en ningún momento por lo que circulo con extremada precaución. Al llegar a una
rotonda siento dudas de para donde girar, se disipan cuando veo algunos coches
en el interior dibujando la circunferencia en sentido inverso a como estoy
acostumbrado. Accedo a la autovía y trato de colocarme en el carril lento pero
no consigo dilucidar cual de los tres es. Unos kilómetros más adelante salgo a
una carretera con dos carriles en doble sentido que me llega hasta la zona a
donde me dirijo. Todo va bien, la vía se estrecha por un puente en el que sólo
puede pasar un vehículo, cuando lo rebaso me vuelvo a situar en el carril
oportuno y unos metros más adelante viene un vehículo de frente dándome
destellos con las luces avisándome de que iba por el carril erróneo. Con un
golpe de volante vuelvo al carril izquierdo, buf, que susto.
Esta situación
fue repitiéndose en alguna que otra ocasión con el correspondiente sobresalto,
pero pasados un par de días ya me había habituado a la situación y dejó de ser
un problema.
En las
inmediaciones de Auckland y en la autovía que circunda la ciudad había bastante
tráfico de vehículos, pero a medida que me alejaba en dirección a la costa este
fue disminuyendo progresivamente. Pronto me encuentro viajando con el coche por
unas carreteras secundarias de doble sentido muy tranquilas.
Nueva Zelanda
tiene unos increíbles paisajes, naturaleza en estado salvaje, verdes prados,
montañas coronadas con inmensas arboledas. Ovejas, vacas y alpacas pastan en
grandes extensiones de frondosos pastos. El día es soleado y el coche se
desliza suavemente por las serpenteantes curvas que vertebran el paisaje
mientras yo observo curioso el paisaje a ambos lados del camino.
El sol ha sobrepasado
el cénit, voy con las ventanillas del coche bajadas y un agradable temperatura
hace el paseo más placentero. Llego a la costa, paro el cochea la orilla del
camino donde una explanada de hierva brinda una maravillosa vista del Océano Pacífico.
El cielo está despejado y en el horizonte su funde el cielo con el mar mientras
la silueta de un carguero entra lentamente en el azulado paisaje. Debajo, una
serie perfecta de olas va dejando su rastro de espuma blanca en la fina arena
de la orilla.
Catedrales del Mar - Costa Coromandel |
La tarde caía
y busqué un buen sitio donde pasar la noche. Preparé una cena con la compra que
había hecho en un supermercado. Desplegué el colchón en el interior del coche y
me preparé para dormir. Me desperté con el alba y contemplé el frío amanecer
junto al mar mientras me preparaba un café con el hornillo portátil.
Ese día visité
las Catedrales del Mar y Hot Water Beach. Unos lugares espectaculares. Seguí un
par de días más con el coche recorriendo la isla visitando Hobbiton, Rotorua, Waihi, Tauranga, Whangamata, Tairua y
otros lugares increíbles. Cuando todo acompaña y se está muy a gusto el tiempo
pasa rápido, pronto puse rumbo a mi siguiente destino, otro lugar fascinante me
esperaba…
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