domingo, 24 de noviembre de 2013

Paseando por Sidney - El carisma de una ciudad

Bahía de Sydney - Australia

     No se sabe bien por que motivo pero en algún momento construcciones determinadas que no revisten de una especial significación se convierten en auténticos símbolos de una ciudad reconocibles en todo el mundo. Esto es lo que ocurre con la el edificio del Opera House en Sidney Australia. Realmente el edificio hubiera pasado inadvertido si se hubiera cimentado entre calles corrientes de cualquier ciudad pero el fabuloso enclave en el que se ubica ha sido determinante para justificar su popularidad. Y es que la Bahía de Sidney es en su conjunto un singular escenario en el que parece que todo se ha dispuesto con acierto para realzar la belleza de esta fantástica ciudad.

     Es un auténtico placer para los sentidos contemplar desde cualquier punto el cautivador paisaje del muelle, los altos edificios, el Opera House y el tránsito de toda clase de barcos paseando por el mar.


Perfil de parte de la ciudad de Sidney - Australia

     Nada más bajar del avión me dirigí a la salida. Un señor mayor me dijo como tenía que hacer para llegar al centro gastando menos dinero. El truco consistía en coger un autobús que te sacaba del aeropuerto y luego tomar el tren en la siguiente parada. De este modo no se paga una tasa extra por tomar el tren en el mismo aeropuerto. Este señor me acompañó prácticamente todo el camino y fue realmente amable conmigo. Es de esas personas que agradeces que se te crucen en el camino, no sólo porque te haga algo más sencillas las cosas sino por lo fascinante que tiene el hecho de que alguien te tienda la mano para ofrecerte una ayuda totalmente desinteresada.

Yo en un barco con Sidney a mi espalda.


     Caminar por Sidney es una auténtica delicia, una de esas mágicas ciudades en las que desde el primer momento te sientes a gusto, como si la ciudad la hubiesen diseñado con un hueco especial para ti, como si tuviera vida propia y te estuviera esperando para darte una cálida bienvenida. 

     Es una ciudad grande, pero pese a ello es muy sencillo orientarse entre sus largas y ordenadas avenidas. Sidney enamora a primera vista, sus calles y su agradable ambiente, el movimiento de sus gentes,  las actuaciones callejeras forman un armonioso conjunto del que el viajero puede disfrutar sentando en cualquier en lugar o como hice yo, paseando al aire libre...  

lunes, 18 de noviembre de 2013

Paseando por Nueva Zelanda - Escenarios del Señor de los Anillos



sky line Auckland - Nueva Zelanda
     
     Una de las labores más repetidas durante el viaje es la búsqueda de alojamiento. Lo normal es anticiparte a la llegada evitando así no tener que perder el tiempo andando por una ciudad desconocida intentando localizar un cuartucho donde atrincherarte durante el tiempo oportuno. Mi criterio de selección es bien sencillo, me ciño al lugar más económico. Suele ser una habitación compartida por 4, 6, 8 y hasta 64 personas. En el viaje mochilero lo importante no es tanto velar por la comodidad sino por la economía personal y cierta filosofía de contención del gasto lo que determina muchas de tus decisiones.

     Llegué a Auckland,  Nueva Zelanda y en esta ocasión había previsto la reserva de una guestHouse en el centro de la ciudad donde compartía una pequeña habitación con nueve personas más.

     La ciudad tiene un tamaño cómodo y abarcable para visitar su centro a pie, además es una de esas ciudades que resulta acogedora desde el principio.
Iglesia entre edificios Auckland - Nueva Zelanda
     La universidad está integrada en la ciudad lo que le da a las inmediaciones un alegre ajetreo estudiantil.

     Decido alquilar un coche y visitar distintas zonas de la isla. Aquí conducen por la izquierda y casi todos los coches son automáticos. Nunca había conducido de esta manera y siempre me preguntaba si sería muy difícil cambiar la costumbre de pilotar por la derecha, así que tenía oportunidad de comprobarlo en esta ocasión.


     Fui a la empresa de alquiler y opté por un coche ranchera con colchón en la parte de atrás, un hornillo portátil y algunos utensilios de cocina. Así podría dormir en el coche sin gastar dinero en alojamiento.

Actividad volcánica en Rotorua - Nueva Zelanda
     Antes de subirme en el vehículo la encargada me explica como funciona el coche automático. Momentos después me siento en la ranchera, arranco el motor y muy despacio me incorporo a la carretera. Paro uno metros más adelante para estudiar el mapa y dirigirme a una zona conocida como la Península del Coromandel, una zona de costa que me habían recomendado.

     Los primeros momentos en la carretera son bastante tensos, no quiero equivocarme de carril en ningún momento por lo que circulo con extremada precaución. Al llegar a una rotonda siento dudas de para donde girar, se disipan cuando veo algunos coches en el interior dibujando la circunferencia en sentido inverso a como estoy acostumbrado. Accedo a la autovía y trato de colocarme en el carril lento pero no consigo dilucidar cual de los tres es. Unos kilómetros más adelante salgo a una carretera con dos carriles en doble sentido que me llega hasta la zona a donde me dirijo. Todo va bien, la vía se estrecha por un puente en el que sólo puede pasar un vehículo, cuando lo rebaso me vuelvo a situar en el carril oportuno y unos metros más adelante viene un vehículo de frente dándome destellos con las luces avisándome de que iba por el carril erróneo. Con un golpe de volante vuelvo al carril izquierdo, buf, que susto.

     Esta situación fue repitiéndose en alguna que otra ocasión con el correspondiente sobresalto, pero pasados un par de días ya me había habituado a la situación y dejó de ser un problema.

     En las inmediaciones de Auckland y en la autovía que circunda la ciudad había bastante tráfico de vehículos, pero a medida que me alejaba en dirección a la costa este fue disminuyendo progresivamente. Pronto me encuentro viajando con el coche por unas carreteras secundarias de doble sentido muy tranquilas.
 
Vacas pastando en prados de Nueva Zelanda
Nueva Zelanda tiene unos increíbles paisajes, naturaleza en estado salvaje, verdes prados, montañas coronadas con inmensas arboledas. Ovejas, vacas y alpacas pastan en grandes extensiones de frondosos pastos. El día es soleado y el coche se desliza suavemente por las serpenteantes curvas que vertebran el paisaje mientras yo observo curioso el paisaje a ambos lados del camino.

El sol ha sobrepasado el cénit, voy con las ventanillas del coche bajadas y un agradable temperatura hace el paseo más placentero. Llego a la costa, paro el cochea la orilla del camino donde una explanada de hierva brinda una maravillosa vista del Océano Pacífico. El cielo está despejado y en el horizonte su funde el cielo con el mar mientras la silueta de un carguero entra lentamente en el azulado paisaje. Debajo, una serie perfecta de olas va dejando su rastro de espuma blanca en la fina arena de la orilla.

Catedrales del Mar - Costa Coromandel

     La tarde caía y busqué un buen sitio donde pasar la noche. Preparé una cena con la compra que había hecho en un supermercado. Desplegué el colchón en el interior del coche y me preparé para dormir. Me desperté con el alba y contemplé el frío amanecer junto al mar mientras me preparaba un café con el hornillo portátil.

Ese día visité las Catedrales del Mar y Hot Water Beach. Unos lugares espectaculares. Seguí un par de días más con el coche recorriendo la isla visitando Hobbiton, Rotorua, Waihi, Tauranga, Whangamata, Tairua y otros lugares increíbles. Cuando todo acompaña y se está muy a gusto el tiempo pasa rápido, pronto puse rumbo a mi siguiente destino, otro lugar fascinante me esperaba…

viernes, 15 de noviembre de 2013

Paseando por Malasia e Indonesia - islas sin motores

Torres Petronas - Kuala Lumpur (Malasia)


     Mi fugaz paso por Malasia se ciñó a su capital, Kuala Lumpur. Aproveché el tiempo que tenía en una larga escala de avión para conocer un poco la ciudad que, durante algunos años, albergó los edificios más altos del planeta, las famosas Torres Petronas.

     Fue una pequeña, divertida y arriesgada gincana en la que debía de conseguir los medios de transporte necesarios para llegar al centro de la ciudad y después, sin lugar a más entretenimientos de vuelta urgente al aeropuerto para seguir mi camino. Corría el riesgo de perder el vuelo que me llevaba a Indonesia pero acepté el juego sin tenerlas todas conmigo, y ya se sabe, en el juego o se gana o se pierde.

     Bajo del avión y me voy directo a la salida para tramitar el acceso al país. En poco tiempo consigo que me estampen el sello que me permite transitar por Malasia. Me apresuro a tomar el primer tren que me lleva hasta la estación central. Cuando llego comienzo rápidamente a localizar la línea de metro que se dirige al corazón de Kuala Lumpur, consigo hacerme con la información y sacar el billete en una máquina expendedora, subo en el primer tren y me bajo en una parada que se encuentra cerca de las Torres Petronas.

     Son las 16:00 horas, voy muy bien de tiempo. Encuentro la salida del subterráneo donde me encuentro y subo por las escaleras mecánicas hasta salir a la calle. Salgo justo en donde se encuentran los famosos edificios pero no los veo porque están a mi espalda, camino un poco y me dispongo a preguntar, doy la vuelta y me quedo mirando hacia arriba y la imagen me deja inmóvil y sobrecogido, ahí estaban las impresionantes Torres Petronas.
Torres Petronas al anochecer
    Pronto busco una de sus entradas e intento subir pero resulta imposible. Los tickets de entrada se suelen agotar en las iniciales horas de apertura. Visito su interior y veo todo tipo de comercios, después me dirijo a los edificios colindantes para intentar subir por ellos y tener una buena perspectiva. Pregunto en varios bloques pero no permiten la entrada. Finalmente me cuelo en un hotel cercano y subo con un cliente en el ascensor. El cliente introduce la tarjeta de su habitación en la ranura de la botonera del elevador y marca el piso 30. Yo como no tengo tarjeta me tengo que bajar ahí mismo y subir hasta el piso 72 por las escaleras. Subo sin detenerme los 42 pisos restantes, cuando llego a la cima del hotel mi pulso está acelerado y la puerta de la azotea blindada con un cartel que avisa que está conectada a una alarma. Así que me toca bajar, sin poder disfrutar de las vistas, al menos esta vez lo haría por el ascensor ya que sí permitía pulsar la planta baja.

     Fotografío las Torres de distintas perspectivas y luego me doy un paseo por la ciudad. Cuando comienza a anochecer regreso hasta las Torres que ya han empezado a iluminarse. Me hago con algo de comida y la degusto sentado en las inmediaciones mientras me deleito con la impresionante vista de este ingenio arquitectónico. Miro el reloj y me hace salir de este momentáneo encantamiento para poner rumbo al aeropuerto. De nuevo dos trenes y justo a tiempo para tomar el avión a Indonesia. Juego terminado y partida ganada!!!

 
Atardecer islas Gili - Indonesia
   Era madrugada cuando el avión aterrizaba en Bali (Indonesia). Como suele ocurrir en estos casos decido dormir en el aeropuerto para ahorrar una noche de estancia. Pese a ser las 2 de la madrugada el ambiente era caluroso y algunos mosquitos impedían que tuviera un placentero descanso.

     Amanece y me traslado hasta la famosa playa de Kuta. Tardo bastante en  encontrar algo decente a un precio razonable para pecnoctar. Finalmente consigo algo más caro de lo que me gustaría. Dejo las cosas y con impaciencia me dirijo hacia la playa, quiero ver las famosas olas de estos mares delicia de todo surfero. La playa es una maravilla y las olas ese día estaban bien.


Andando por las ramas - árbol en islas Gili
    Al día siguiente me levanto y voy directo a alquilar una tabla de surf. Caliento mis entumecidos músculos en la orilla y me adentro en el agua. Estoy un par de años sin coger una tabla y mi forma física no está en su mejor momento. Comienzo a remar pero las olas están un poco subidas para mí. Después de luchar como un jabato consigo superar la rompiente y me siento sobre la tabla para recuperarme del sobre esfuerzo. Cuando me encuentro en condiciones remo mi ola, trato de subir a la tabla pierdo el equilibrio y toneladas de agua me sumergen y baten sin ninguna contemplación. Salgo apurado y me cuesta recuperarme. Aún así lo volvería a intentar, pero con resultado parecido. Pienso que es mejor acercarme a la orilla y coger olas menos bravías, las otras son para cuando esté en forma.

     Ahora más cerca de la orilla consigo subirme a la tabla y surfear espuma. Luego busco una pared pequeña y así repito una y otra vez hasta que me quedo sin fuerza. Ha sido un día fantástico.
Cartel de bar en isla Trawangan - Indonesia

     Han pasado unos días y voy a la isla de Lombok cerca de Bali. Allí he quedado con Pablo el argentino que conocí en Tailandia. Me sorprende que podamos coincidir en un lugar tan remoto con el ajetreo de viaje que ambos llevamos. Al día siguiente de mi llegada aparece Pablo en el hotel. Es toda una alegría poder encontrarse de nuevo. Llevaba bastante tiempo solo y volver a ver una cara amiga es de lo más reconfortante.

     Decidimos ir a las islas Gili, cerca de Lombok. Nos embarcamos con los locales y en breve estamos en Trawangan una de las tres islas.


     Es un lugar maravilloso, tres islitas pequeñas de arenas blancas y turquesas aguas. No hay ningún tipo de vehículo a motor. Ninguna de sus calles están asfaltadas. No tienen policía ni tampoco hospital. No recuerdo que haya estado en un paraje así con anterioridad. Resulta una delicia. Mucha gente que llega hasta aquí viene impregnada de ese espíritu hippie que la mágica de la isla promueve.

Tortuga en el fondo marino de islas Gili - Indonesia
     Aquí conocimos a Maribel una chica de Málaga que tiene 26 años y viaja en solitario por Asia, a Aída de Barcelona tiene 30 años y también viajando en solitario por Asia, a Pedro un catalán de treinta y tantos instructor de buceo que está viajando y trabajando donde encuentra, a Mr. Wolf un alemán de 30 años que habla español y que viaja durante una temporada, y también a otras personas de espíritu libre.

    Las islas Gili son uno de esos lugares que te gustaría conservar para siempre en la memoria…
Llegaba el momento y tocaba de nuevo despedida ahí se quedaban las paradisíacas islas con sus rojos atardeceres y por delante el camino que continua…




miércoles, 6 de noviembre de 2013

Paseando por Camboya - Siglos escondiendo tesoros de piedra




Uno de los templos de Angkor


     Finalizada mi visita a Vietnam tocada dar el siguiente paso trasladándome a su país vecino Camboya. Tomé bien temprano un autobús que me llevó desde Ho Chi Minh (Saigón) hasta la capital de Nom Pen, en unas 6 horas. Posteriormente sigo mi ruta e invirtiendo un tiempo similar llego hasta Siem Reap, una provincia a unos 300 kilómetros al noroeste del país y donde se encuentran los famosos templos de Angkor.
Llegué sobre las 23:00 horas, me fui hasta el centro de la ciudad y busqué el alojamiento más económico posible. Una Guest House con habitaciones compartidas y que pagaba 7 dólares la noche. En Camboya casi todos los pagos se realizan en dólares, los cajeros de hecho no se molestan en dar la moneda local, los rieles, sino que directamente entrega dólares americanos.

     Cuando me levanté al día siguiente encontré en una mesa del albergue a un grupo de personas que hablaban en español. Eran unos chicos y chicas colombianos de unos veintitantos años que viajaban juntos. En la conversación participa Víctor de Castellón que viaja en solitario por Asia, y tiene una edad aproximada a la mía.  Los dos teníamos pensado ir en bicicleta para hacer la visita de los templos así que decidimos ir juntos. Es un paseo de unos 30 kilómetros entre ida, vuelta y visita al recinto arqueológico
 
Templo Ta Prohm
     Los templos de Angkor se encuentran sobre una superficie de 400 klms. cuadrados y existen más de 100 por lo que verlos todos es una tarea que requeriría mucho tiempo. Facilita la labor el hecho de que existan concentrados muchos de ellos en un espacio más abarcable y que sean los que gozan de más popularidad.

     Fueron erigidos durante los siglos VIII a XV, y permanecieron ocultos siglos entre la selva hasta que en 1.860 fueron descubiertos por misioneros franceses. 

     Paseo con la bici hasta llegar al primero de los templos, se llama Angkor Wat, es bastante grande, hay que pasar andando, así que dejo la bici en la puerta y camino por una larga y antigua calzada que viaja a través de un lago antes de entrar al interior del templo. Está todo construido en piedra de color grisáceo,  la lluvia ha ido alimentando el verde moho que colorea la parte superior de los pétreos adoquines. No parece que hayan utilizado argamasa para unir los grandes bloques que forman el grandioso monumento. Veo largos y laberínticos pasillos de columnas con techos bajos. Camino salvando escalones, torres que se alzan imponentes, me encuentro absolutamente maravillado.


  
Por caminos en busca de templos escondidos.
   Cuando llevo unas horas decido descansar para comer y asimilar la maravilla arquitectónica. Después visitaría otros templos que vuelven a causar el mismo efecto que el primero.

    El hecho de haber estado ocultos durante siglos han hecho que sobrevivan sin que existan edificaciones más modernas que adulteren su autenticidad. Así que el entorno es absolutamente selvático, con árboles gigantes, plantas exuberantes, vida animal y preciosas flores.

     Uno de los templos que más me impresionó fue el popular Ta Prohm. Algunos templos se han mimetizado con la naturaleza, pero este es especialmente llamativo. Los gigantes árboles engullen con sus enormes raíces las grandes piedras del templo formando un conjunto absolutamente sobrecogedor.

Comunion de naturaleza y espiritu
   



      Es el segundo día de la visita y decido volver a ir en bici, hoy también me acompaña Víctor en la ruta, charlamos y se hace ameno el camino. A medio día la lluvia hace acto de presencia y aprovechamos para comer en uno de los chiringuitos que los locales tienen en las inmediaciones. No para durante un par de horas. Muchos turistas se han ido. Nosotros decidimos seguir viendo templos con las bicis. Nos adentramos en la selva por un sendero estrecho, el terreno está encharcado por muchos lugares y las ruedas de la bici, en algunos tramos se hunden en el barro. La tarde está cayendo y queda poco tiempo de luz. No nos cruzamos con nadie y empezamos a pensar que nos podríamos perder. Finalmente y cuando ya quedaba poca luz encontramos uno de estos maravillosos templos entre los árboles, envuelto entre la niebla y absolutamente solo. El templo no está reconstruido y debe de tener un aspecto similar al que encontraron sus descubridores. La escena es absolutamente maravillosa. No es de extrañar que estos templos hayan inspirado historias, novelas y películas. Y así me sentí yo en este escenario real de esta película que es la vida en la que yo era el protagonista.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Paseando por Vietnam - parte 2 - paraiso marino



Yo emulando un vendedor de fruta en Hanoi (Vietnam)


     Mis primeros momentos en Vietnam estuvieron protagonizados por la presencia constante de lluvia que no dio tregua en ningún momento, pero el viaje continua y no puedo esperar a que el tiempo mejore, así que miro las previsiones meteorológicas y localizo una atractiva zona en la que la climatología parece más benévola y permite un paseo, así que me lanzo con todo a visitar Sapa en el norte de Hanoi, una zona tribal que dedican terreno montañoso al cultivo de arroz principalmente. 

     Eran las 19:00 horas, si me apresuraba podría coger un tren nocturno que salía en breve y adelantaría mucho tiempo, pero la estación queda a unos 2 Klms. de mi albergue. Trato de adelantar mirando por Internet y sólo quedan billetes para literas a unos 840.000 Dongs el equivalente a 29 €. Pero tendría que pagar ese día de albergue ya que el chek out es por la mañana y ya era de noche.

Bahia de Halong (Vietnam)

     Ahora sólo me quedaba ir a la estación, comprobar que quedaban billetes ya que por Internet no se podía, volver al albergue, hacer el equipaje y rápido otra vez a la estación a subir en el tren. Era misión imposible, pero adelantaría dos días si lo lograba. En el albergue dicen que puedo contratar el billete allí mismo, que ellos hacían toda la gestión y me llevaban hasta la estación, y el precio era muy aproximado a comprarlo directamente. En Asia, los propios hoteles, albergues gestionan toda clase de visitas, viajes, desplazamientos, etc. Así que era una la solución perfecta, además negocié con ellos para que no me cobraran ese día y lo aceptaron.

     Todo se hace in extremis, tremendamente rápido, llegamos a la estación de tren, me dice el conductor que aguarde un momento, él entra y yo me quedo junto al vehículo, llega y me entrega el ticket, lo tomo, me doy la vuelta para subir los peldaños de la escalera que sube hasta la entrada mientras observo el billete, todo normal excepto en una cosa, el importe es de 140.000 Dongs unos 5 € Es un billete de la clase más económica. Es decir, que no iría durmiendo plácidamente en litera sino que tendría que intentar pasar toda la noche sentado sobre tablas de madera.
 
     Realmente es el billete que yo quería comprar desde el principio, el de la clase económica, pero es para locales y no aparecen por Internet, además tratan de no venderlo a turistas.
 
     Hacía sólo 2 noches que había hecho el trayecto desde Camboya hasta Vietnam en el autobús del infierno durante 27 terroríficas horas y volvía a estar en la misma situación, otra dura noche, pese a todo lo asumía.

     Acepté que había sido victima de una estafa, aunque no lo podía creer, tenía que volver al mismo albergue en breve, lo que les supondría un enfrentamiento con un cliente, o incluso con la policía. 

     El tren es viejo, tiene las ventanas enrejadas con gruesos alambres. Entro y tomo asiento entre los locales. Es muy lento y hace muchas paradas en pequeños pueblos donde algunos se embarcan y otros se apean. Los pasajeros tratan de acomodarse del mejor modo posible, mientras tanto pasan vendedores que ofrecen comida, bebida y hasta unas curiosas pipas donde algunos fuman. Yo observo el espectáculo que se prolongará a lo largo de toda la noche, pero la función me deja agotado, ya está amaneciendo y he llegado a mi destino, ahora una furgoneta y en una hora en Sapa, por fin.

     La furgoneta que nos traslada a Sapa se va adentrando por los sinuosos caminos de la montaña, el tiempo está gris plomizo y una neblina se va apoderando del paisaje a medida que ganamos altura. Al llegar a Sapa comienza una leve llovizna, pese a todo alquilo una moto, me embuto el impermeable y me aventuro por los caminos de la montaña intentando ver el atractivo paisaje de la zona, pero hoy no es el día propicio.A los pocos minutos mis pantalones están empapados. La lluvia me obliga a parar debajo de un puesto de carretera hecho con palos y lonas y donde están cocinando algo al fuego. Unos turistas asiáticos que estaban sentados sobre unas diminutas sillas a ras de suelo junto a la lumbre al verme llegar se levantan y charlan conmigo. Terminan regalándome un plástico para envolver mis piernas. Emprendo de nuevo el camino más protegido, a unos kilómetros la niebla parece abrirse por un momento así que paro la moto e intento ver algo pero resulta imposible. Vuelvo a la moto, no arranca, la batería se ha acabado. Comienzo a probar con la palanca de pie, una vez, otra, otra… no hay manera de que arranque. El tiempo pasa, comienzo a andar con la moto pero estoy a unos 40 kilómetros del pueblo, vuelvo a intentarlo, sigue sin arrancar. Descanso y otra vez, al final arranca, y siento un inmenso alivio. La devuelvo al lugar donde la había alquilado y me devuelven la mitad del dinero

     Converso con gente en el pueblo y me indican que llevan toda la semana con niebla y lluvia sin poder hacer gran cosa. En el tiempo que estuve allí tampoco cambió mucho la climatología así que llegado el momento tomé mis bártulos y volví a Hanoi.

Barco en la Bahia de Halong (Vietnam)

     Esta vez compre yo mismo el billete directamente en la estación y en litera, necesitaba imperiosamente descansar. A mi llegada pasé por el albergue donde me habían tomado el pelo con la venta del billete de tren. Pusieron cara de sorpresa con lo que les decía e hicieron las mismas llamadas telefónicas que la otra vez. Me pasaron el teléfono para que hablara con alguien, yo decliné la invitación y les exigí que me devolvieran mi dinero. Estuve allí insistiendo como quien predica en el desierto, ellos simplemente siguieron con sus labores sonriendo con cara satisfecha como un gato con la boca cerrada donde asoma la cola del ratón que acaba de devorar. Hasta que llegó la hora en que me tenía que ir, me esperaba el bus que salía en breve hacia la Bahía de Halong , eso sí, cuando me di la vuelta para irme los envié al carajo con varias frases castellanas muy apropiadas para esos momentos, ya se sabe que no hay nada como tu propio idioma para declarar amor y para insultar.

     Luego fui a la famosa Bahía de Halong. Es un natural enclave marino donde el paisaje está formado por el mar y por unas estrechas montañas alfombradas por su verde vegetación y se encuentra a unos kilómetros al noreste de Hanoi.

Bahia Halong (Vietnam)

     En esta ocasión el tiempo acompañó así que elegí una excursión en un lujoso barco de madera, con unas amplias habitaciones donde haría una noche. Me lo habían recomendado una viajera Marta, de La Coruña a la que conocí en la estación de ferrocarril en Sapa a ella se lo comentaron a su vez Gonzalo y Antonia, una pareja de chilenos que también venian. La zona de la Bahía es muy turística, nuestro grupo lo componen una veintena de personas de diferentes edades y nacionalidades. Subimos a un pequeño bote y nos llevan hasta el barco donde haríamos noche. Nos acomodamos en los camarotes. Más tarde hicimos excursiones a cuevas, navegamos en kayak y visitamos el entorno. La comida y la cena estaban incluidas, la embarcación estaba diseñada para ser muy comoda.

     Me he dado una ducha después de las excursiones y espero la hora de la cena, aún no ha anochecido, me asomo por la borda del barco. Todo está rodeado de una sublime belleza paisajística y veo las montañas que asoman curiosas por encima del agua. Todas son bonitas, algunas moquetadas por tupida vegetación, otras simple roca, finas con aristas, otras anchas y redondas. Me imagino formas y estas últimas me recuerdan a las magdalenas, esos bizcochitos tan apetitosos a los que el goloso mar ha ido comiendo sus rebordes dejando esa peculiar forma, esa anillada erosión a su alrededor que no hace sino exaltar aún más su natural belleza.

     Más tarde disfruto de la suculenta cena. Han puesto música y animan a que la gente se divierta. Una australiana celebra su 60 cumpleaños con su hija de unos 40, las dos beben whiskey como dos australianas posesas, por lo demás la gente está relajada y la fiesta no se desmadra.

   
Bahia Halong
  Algunos de los pasajeros se retiran a su camarote. Subo a la cubierta del barco, ya es noche cerrada y el mar está en absoluta calma, contemplo el paisaje nocturno, barcos blancos fondeados se acunan en las aguas calmas mientras su luz se disipa en el agua. Me tumbo en una de las hamacas mirando el cielo y pienso que esta noche sí, esta noche las estrellas vuelven a brillan con todo su esplendor.

     Tocaba seguir viaje, así que encaré dirección a mi siguiente destino Hoian, en la provincia de Dana, a medio camino entre Hanoi y Ho Chi Minh (antiguo Saigón). Es un antiquísimo pueblo de pescadores reconvertido en enclave para turistas. Pero no deja por eso de ser un lugar encantardor. Las edificaciones antiguas y el hecho de contar con mar hacen a la zona muy atractiva. 

     Alquilé una moto y realicé varias visitas, entre ellas Marble Mountain, las montañas de mármol. Un lugar fascinante en el que la montaña es la protagonista, de ella sacan el mármol, materia prima que utilizan, entre otras cosas, para hacer unas impresionantes esculturas. En la montaña han hecho caminos de acceso, con construcciones y cavidades donde instalan curiosos templos.

     Aproveché los días de buen tiempo para darme unos baños en la playa. Después rumbo a Saigón. Es la ciudad de las motocicletas, hay miles de ellas por toda la ciudad. Gracias a eso tienen un tráfico fluido, si sustituyeran la motocicleta por el coche las calles se colapsarían como ocurre en otros lugares.

     Es una ciudad chispeante, llena de luz, color y sonidos. Aunque eso no impide que se levanten muy temprano. A las 5 de la mañana los parques están llenos de gente de todas las edades haciendo ejercicio. Algo digno de ver.

     Hice una visita al Delta del Mekong y pronto me encaminé para ir a Camboya en bus. Primero Phnom Phen 6 horas y luego Siem Riap otras 6 horas. Pero eso ya es otra historia...