jueves, 19 de diciembre de 2013

Paseando por Argentina - Del polo al trópico

Puerto en los Andes - Chile dirección frontera Argentina

     Después de mi visita a Chile me subí a un bus que me llevaría desde Santiago de Chile hasta Mendoza en Argentina, pero antes debía de atravesar la cordillera andina por el paso fronterizo del puerto del Cristo Redentor, con pendientes que superan el 8% y un número interminable de curvas.

     El autobús circula lento y puedo observar detenidamente las escarpadas montañas andinas cuyas cumbres aún visten parte de las nieves que dejó el frío invierno. Desde lo alto la larga y revirada carretera presenta el perfecto dibujo de una infinita serpiente de alquitrán por la que circulan en perfecta hilera decenas de pesados camiones que viajan con las marchas cortas.
Viñedos en Mendoza - Argentina

      Mendoza es una ciudad de  unos 100.000 habitantes, con terrenos cubiertos de viñedos para la elaboración de vinos y aquí se encuentra el mítico Aconcagua una montaña que se eleva hasta los 6.962 metros sobre el nivel del mar y la más alta del continente americano.

     Aquí paso unos días, visitando la ciudad y parte de sus viñedos, pronto sigo camino tomando un bus para ir hasta Bariloche a través de la mágica ruta 40 argentina que se extiende por más de 5000 kilómetros de distancia de norte a sur.

Bariloche es un lugar idílico, con lagos, bosques, montañas y mucha naturaleza. Ahora es primavera y la amarilla retama resalta su color sobre el resto de la verde vegetación. Nada más llegar a la terminal de bus conozco a un matrimonio que me lleva hasta el centro y que me indican donde me puedo dormir y por donde ir a comer un buen filete de carne argentina.
Camino en Bariloche con retama amarilla.

      Paseo por la ciudad, hace fresco y echo de menos el forro polar que olvidé en Nueva Zelanda. Entro en un local y pido un chocolate caliente para llevar. Está atardeciendo y el sol comienza a esconderse detrás de las montañas, camino por la orilla del lago y voy bebiendo el chocolate a pequeños sorbos. Su calor me reconforta y alivia el cansancio del largo viaje en autobús.

     Son unos días deliciosos en esta ciudad gracias a la especial amabilidad de la gente que voy conociendo. Continuo viaje dirigiéndome a El Calafate, aunque antes haría parada en El Bolsón, un pueblecito desde donde se hacen muchas rutas de trekking. En el pueblo tiene cierto aire hippie y también un encantador mercado de artesanía. Observo a un señor que está trabajando con cuero y decido proponerle que intente reparar la correa de mi reloj que se había roto hacía unos días. El artesano mira detenidamente la correa de plástico rota y pronto idea un apaño con una prolongación de piel quedando el reloj listo para volver a mi muñeca.
Gasolinera en la ruta 40 Argentina

Argentina es un país enorme, los puntos que visito pese a parecer cercanos en el mapa suelen llevarme un mínimo de 20 horas de bus por tramo, o de ómnibus como los llaman aquí. Son muy confortables y tienen los sillones amplios con mucho espacio en algunos casos pueden hacerse cama. Van provistos de baño interior y sirven comidas durante el trayecto. Nada que ver con aquellos del sudeste asiático en los que el hacinamiento y el mal diseño hacían el viaje una larga tortura.

El autobús se detiene en un pequeño pueblo para hacer un breve descanso y repostar. Bajo del bus y observo mi entorno, apenas dos calles y muy pocas casas, por unos momentos me trae a la memoria aquellos pueblos que veía en las películas del oeste donde el viento arrastraba unos matojos secos dando vueltas sobre calles desiertas. 
Tramo ruta 40 - Argentina

Parece que la misma persona atiende la gasolinera y el ventorrillo. Llegado el momento subo de nuevo al bus y continuamos camino. Voy pensando en el cantinero un señor de unos cincuenta y tantos, pienso en la vida que debe de llevar en un pueblo casi despoblado y creo que es como el farero que en las tempestuosas noches vigila el mar y que puede que esa triste gasolinera sea aquella necesaria luz a la que te diriges cuando en los momentos difíciles precisas la ayuda de estos lobos solitarios.

El Calafate es uno de esos extraños milagros de la naturaleza que esconde entre las faldas de sus montañas impresionantes glaciares, gigantescas masas de hielo blanco con un transfondo azul marino. Decido hacer un pequeño trekking sobre el glaciar. Me calzo unos aparatosos crampones de metal y comienzo a pisar el duro hielo de la impresionante masa de helada. Mis primeros pasos son algo torpes pero pronto me acostumbro a este nuevo caminar y disfruto de las subidas imposibles por la gran roca blanca. 
Glaciar Perito Moreno - El Calafate - Argentina

Siento que lo que piso es algo vivo, sólo oigo mis pasos y el sonido del viento que a veces es interrumpido por un estruendoso y profundo ruido de los pesados bloques de hielo desgajados al caer sobre el agua y me siento muy pequeño ante la magnificencia que muestra la naturaleza. Más tarde me subo a una montaña desde donde puedo divisar el colosal muro frontal del glaciar, un barco navega el lago al que nutre y la estampa me hace entender una vez más por qué fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Días más tarde decido ir hasta Ushuaia. Para llegar por carretera es necesario pasar un tramo por Chile y la frontera se cerraba por huelga un día sí y otro también, por este motivo decido ir en avión pese a ser un poco más caro y pese a que alguien que conocí en el viaje me la desaconsejó. 
Cartel de Ushuaia - Tierra de Fuego

Llego a Ushuaia, en Tierra de Fuego, y pronto me quedo encantado con el paisaje que contemplo. El mar está presente en todo momento y la pequeña ciudad se inserta entre este y las montañas que la arropan. Paseo en un catamarán por el Canal Beagle y comienzo a ver parte de su fauna marina, lobos de mar, cormoranes, albatros, gaviotas, petreles y hasta pingüinos. El sol está fuera pero por más que se empeña no consigue calentar el helado aire que atraviesa la cubierta del barco. Siento que el aire que allí respiro es oxigeno puro que viene de la cercana Antártida en el polo sur y que mis pulmones lo inhalan con deleite. En ese momento soy consciente de lo mucho que me gusta el lugar y me alegro por haber hecho caso a mi instinto y haberlo podido disfrutar desde el interior.

     Ahora me encamino hacia Península Valdés con la esperanza de avistar ballenas en el mar. Me hospedo en Puerto Madryn y me uno a una excursión que salía en barco al día siguiente.




     El hostal es céntrico y cuando se acerca la noche decido ir a caminar y cenar. Al salir a la puerta alguien me llama, cuando levanto la vista me encuentro con Elena, Jose y su pequeño hijo al que aún no conocía, unos amigos de mi ciudad, una increíble casualidad que convertiría aquella noche en un inesperado regalo caído del cielo. Al día siguiente consigo ver las impresionantes ballenas en su medio, con el geiser de su respiración y con un estupendo día soleado. Estaba de suerte.


     Mi siguiente visita sería a Uruguay. Llego a Buenos Aires con el tiempo justo de sacar un billete en el barco que cruza de lado a lado el Río de la Plata, uno de los más anchos del mundo. Visito Montevideo y una preciosa ciudad llamada Colonia de origen colonial español que se encuentra muy bien cuidada y conservada a orillas del Río de la Plata. Aprovecho para conseguir dólares que posteriormente cambiaria por pesos argentinos en el mercado negro, mucho más favorable que el cambio oficial.

     Posteriormente me dirijo de nuevo a Buenos Aires, pero esta vez para hacer en bus el trayecto hasta Iguazú, donde se encuentran las famosas cataratas. El trayecto lo realizo en unas 18 horas de bus. Pero bien merecen la pena.
Una de las cataratas en Iguazú - Argentina

     El primer día cruzo la frontera que separa Argentina de Brasil y ya en el lado brasileño visito las cataratas desde allí, al día siguiente, y esta vez desde el lado Argentino, vuelvo a visitarlas desde una nueva perspectiva.

     Camino por el sendero habilitado entre la tupida vegetación selvática, unos coatíes cruzan muy tranquilos mientras yo los observo con curiosidad, sigo caminando y me dirijo hacia el fuerte estruendo que vengo oyendo desde lejos, conforme me acerco comienzo a ver en la lejanía el grandioso paisaje. Sigo caminando para aproximarme hasta la orilla misma de las cataratas, el espectáculo es fascinante, toneladas de agua precipitándose al vacío y recorriendo un largo camino antes de estrellarse contra las rocas.

Vista de parte de las cataratas de Iguazú - Argentina

Me quedo un buen rato mirando a todos lados sin salir de mi asombro. El viento impregna el ambiente de micro partículas de agua que alivian el calor tropical del ambiente y refrescan el recuerdo que guardo cuando de niño leía la revista “Geo” y observaba admirado las cataratas de Iguazú y cómo deseé verlas en directo. Ahora, casi treinta años después, me encuentro en este rincón del mundo que me ha esperado pacientemente durante tanto tiempo, me siento emocionado.

Después de este viaje volví de nuevo a Buenos Aires, allí aproveché para reencontrarme con Rubén un viajero que conocí en Nepal y también con algunas personas de las que guardo un grato recuerdo. 
Uno de los muchos coatíes que se ven por Iguazú

La ciudad tiene un agradable toque europeo con zonas encantadoras como el barrio de La Boca, San Telmo, Palermo, Tigre, de todos disfruto y ponen sin sospecharlo el broche final a mi viaje a lo largo de todo el mundo. Pero antes de irme, esperé en el aeropuerto a Pablo, el viajero argentino que conocí en Tailandia, con el que volví a encontrarme en Indonesia, y que ahora recibo con un cálido abrazo mientras le doy la enhorabuena por  completar su épico viaje, él al igual que yo cumplía el sueño forjado años atrás de dar la vuelta al mundo.

     Ahora toca  de nuevo partir pero esta vez para llegar a casa. Me quedan los últimos flecos de este largo viaje y las incógnitas propias de la llegada y toma de contacto con la vida cotidiana pero, eso sí, deseando verte…
Una de las casas en el barrio de La Boca


     No todos los día se cumplen sueños y las entradas de este blog son la historia de uno de ellos, dar la vuelta al mundo, y lo he logrado. He visitado más de 30 países pasando por 4 continentes, recorrido más de 50.000 klms. y vuelvo con los bolsillos vacíos pero con el alma repleta de buenas sensaciones, emociones y mucha alegría. Imagino que en estos momentos siento lo mismo que aquellas personas que ven cumplidos sus sueños deben de sentir, felicidad. Sólo me queda agradecer de todo corazón a todos aquellos que me han seguido y han conseguido viajar, evadirse o divertirse por unos momentos conmigo. Sin vosotros no hubiera sido posible. De verdad gracias… Y tú, ¿Tienes sueños? ¿Te atreves a cumplirlos?






domingo, 8 de diciembre de 2013

Paseando por Chile - lobos de mar

Catedral de Santiago de Chile

     Viajo en avión, dejando atrás todo un continente, Oceanía y adentrándome de lleno en otro, Sudamérica. Santiago la capital Chile ese larguísimo país andino es mi destino. Pronto comienzo a sentir la comodidad de desenvolverme en mi idioma nativo. Me desplazo hasta el centro de la ciudad y busco la dirección que me ha facilitado un amigo que me va a dar cobijo en su casa, él trabaja desde hace unos meses a Santiago de Chile y está sumergido de lleno en la vida local. Pronto nos encontramos y nos dejamos llevar por una agradable conversación que se prolonga hasta bien entrada la madrugada.

     Al día siguiente visito el centro de la ciudad, disfruto con los numerosos espectáculos que ofrece la calle y también algún que otro monumento. Es fin de semana y por la noche vamos a pasear por los distintos locales nocturnos y disfrutamos con la gastronomía local, hacía tiempo que no me permitía el lujo de cenar en un restaurante y la ocasión lo merecía.

Cumbres andinas con fase deshielo primaveral

El viaje cambia mucho cuando conoces a alguien que está en el lugar y se anima a facilitarte las cosas. Pronto organizamos una escapada al Cerro Manquehue, una montaña que se encuentra a unos pocos kilómetros de la ciudad con unos colegas suyos. Comienzo a subir la montaña junto con el grupo que hemos formado, me siento cómodo en los inicios del trekking pero a medida que voy ascendiendo el sofocante calor comienza a hacer mella en mis energías y una montaña que inicialmente ofrecía una suave ascensión, comienza a tornarse en una pronunciada pendiente con continuas lomas, falsas cimas y elevados cortados que convierte la tarea en un duro reto. Finalmente consigo hacer cima junto al resto del grupo y desde allí puedo contemplar el inmenso valle que conforma la capital chilena desde los 1.638 metros de altitud a los que se eleva este engañoso y fantástico cerro.

Vistas parte de las colinas de Valparaiso - Chile
    Posteriormente procedo al descenso, en muchos tramos del trayecto hay tierra suelta que impide un buen agarre lo que hace que resbale, caiga al suelo y choque bruscamente contra un árbol que lastima mi rodilla izquierda, observo la herida pero no parece revestir gravedad, me duele bastante y camino con algo de dificultad, las molestias me acompañarían durante varios días.

    Viajo a Valparaiso y visito la casa de Pablo Neruda “La Sebastiana”. Todo está rodeado por el Océano Pacífico y montañas repletas de casitas de colores que convierten las laderas en una gigantesca acuarela. Paseo por las calles, algunas personas toman plácidamente el sol, hay un señor mayor, me acerco a él y comenzamos una conversación sobre su vida, el tiempo que había vivido en España y sobre sus orígenes vascos, disfruto de la placentera conversación sentado sobre la acera.
Casas en Valparaiso - Chile

     Voy hasta Viñas del Mar y camino por un tramo de playa, de pronto diviso algo a lo lejos grande y oscuro en la orilla sobre la arena, emitiendo unos feroces sonidos, a medida que me acerco puedo observar que se trata de un lobo marino. Me maravillo al verlo de tan cerca y en absoluta libertad. Lo contemplo durante un buen rato y me acerco todo lo que me permite la prudencia, él emite un feroz sonido que hace que de unos pasos atrás. 

     Sigo mi paseo y paso debajo de los altos pilares de un balneario, este proyectaba una larga sombra sobre la arena que me impidió ver que un grupo de estos bastos animales que dormitaba sobre la húmeda orilla. Al olerme uno de ellos se irguió sobre su cuerpo mientras abría su enormes fauces emitiendo ese feroz sonido, puedo asegurar que en ese momento un escalofrío recorrió mi escuálido cuerpo y casi hace que caiga al suelo del sobresalto.

Lobos marinos sobre la arena - Viña del Mar - Chile
     Pasé unos cómodos días gracias a un amigo, que me acercó en su peculiar círculo de coleguillas integrado fundamentalmente por chilenos a los que se me hacía difícil entender cuando conversaban velozmente entre ellos, aunque luego me traducían algunas de las palabras que integran la jerga local, un absoluto enriquecimiento cultural.

    De nuevo tocaba seguir camino, ahora cruzo los Andes y observo atento desde la ventana del autobús las escarpadas montañas andinas, mientras me dirijo a mi próximo destino… Mendoza, Argentina.



domingo, 24 de noviembre de 2013

Paseando por Sidney - El carisma de una ciudad

Bahía de Sydney - Australia

     No se sabe bien por que motivo pero en algún momento construcciones determinadas que no revisten de una especial significación se convierten en auténticos símbolos de una ciudad reconocibles en todo el mundo. Esto es lo que ocurre con la el edificio del Opera House en Sidney Australia. Realmente el edificio hubiera pasado inadvertido si se hubiera cimentado entre calles corrientes de cualquier ciudad pero el fabuloso enclave en el que se ubica ha sido determinante para justificar su popularidad. Y es que la Bahía de Sidney es en su conjunto un singular escenario en el que parece que todo se ha dispuesto con acierto para realzar la belleza de esta fantástica ciudad.

     Es un auténtico placer para los sentidos contemplar desde cualquier punto el cautivador paisaje del muelle, los altos edificios, el Opera House y el tránsito de toda clase de barcos paseando por el mar.


Perfil de parte de la ciudad de Sidney - Australia

     Nada más bajar del avión me dirigí a la salida. Un señor mayor me dijo como tenía que hacer para llegar al centro gastando menos dinero. El truco consistía en coger un autobús que te sacaba del aeropuerto y luego tomar el tren en la siguiente parada. De este modo no se paga una tasa extra por tomar el tren en el mismo aeropuerto. Este señor me acompañó prácticamente todo el camino y fue realmente amable conmigo. Es de esas personas que agradeces que se te crucen en el camino, no sólo porque te haga algo más sencillas las cosas sino por lo fascinante que tiene el hecho de que alguien te tienda la mano para ofrecerte una ayuda totalmente desinteresada.

Yo en un barco con Sidney a mi espalda.


     Caminar por Sidney es una auténtica delicia, una de esas mágicas ciudades en las que desde el primer momento te sientes a gusto, como si la ciudad la hubiesen diseñado con un hueco especial para ti, como si tuviera vida propia y te estuviera esperando para darte una cálida bienvenida. 

     Es una ciudad grande, pero pese a ello es muy sencillo orientarse entre sus largas y ordenadas avenidas. Sidney enamora a primera vista, sus calles y su agradable ambiente, el movimiento de sus gentes,  las actuaciones callejeras forman un armonioso conjunto del que el viajero puede disfrutar sentando en cualquier en lugar o como hice yo, paseando al aire libre...  

lunes, 18 de noviembre de 2013

Paseando por Nueva Zelanda - Escenarios del Señor de los Anillos



sky line Auckland - Nueva Zelanda
     
     Una de las labores más repetidas durante el viaje es la búsqueda de alojamiento. Lo normal es anticiparte a la llegada evitando así no tener que perder el tiempo andando por una ciudad desconocida intentando localizar un cuartucho donde atrincherarte durante el tiempo oportuno. Mi criterio de selección es bien sencillo, me ciño al lugar más económico. Suele ser una habitación compartida por 4, 6, 8 y hasta 64 personas. En el viaje mochilero lo importante no es tanto velar por la comodidad sino por la economía personal y cierta filosofía de contención del gasto lo que determina muchas de tus decisiones.

     Llegué a Auckland,  Nueva Zelanda y en esta ocasión había previsto la reserva de una guestHouse en el centro de la ciudad donde compartía una pequeña habitación con nueve personas más.

     La ciudad tiene un tamaño cómodo y abarcable para visitar su centro a pie, además es una de esas ciudades que resulta acogedora desde el principio.
Iglesia entre edificios Auckland - Nueva Zelanda
     La universidad está integrada en la ciudad lo que le da a las inmediaciones un alegre ajetreo estudiantil.

     Decido alquilar un coche y visitar distintas zonas de la isla. Aquí conducen por la izquierda y casi todos los coches son automáticos. Nunca había conducido de esta manera y siempre me preguntaba si sería muy difícil cambiar la costumbre de pilotar por la derecha, así que tenía oportunidad de comprobarlo en esta ocasión.


     Fui a la empresa de alquiler y opté por un coche ranchera con colchón en la parte de atrás, un hornillo portátil y algunos utensilios de cocina. Así podría dormir en el coche sin gastar dinero en alojamiento.

Actividad volcánica en Rotorua - Nueva Zelanda
     Antes de subirme en el vehículo la encargada me explica como funciona el coche automático. Momentos después me siento en la ranchera, arranco el motor y muy despacio me incorporo a la carretera. Paro uno metros más adelante para estudiar el mapa y dirigirme a una zona conocida como la Península del Coromandel, una zona de costa que me habían recomendado.

     Los primeros momentos en la carretera son bastante tensos, no quiero equivocarme de carril en ningún momento por lo que circulo con extremada precaución. Al llegar a una rotonda siento dudas de para donde girar, se disipan cuando veo algunos coches en el interior dibujando la circunferencia en sentido inverso a como estoy acostumbrado. Accedo a la autovía y trato de colocarme en el carril lento pero no consigo dilucidar cual de los tres es. Unos kilómetros más adelante salgo a una carretera con dos carriles en doble sentido que me llega hasta la zona a donde me dirijo. Todo va bien, la vía se estrecha por un puente en el que sólo puede pasar un vehículo, cuando lo rebaso me vuelvo a situar en el carril oportuno y unos metros más adelante viene un vehículo de frente dándome destellos con las luces avisándome de que iba por el carril erróneo. Con un golpe de volante vuelvo al carril izquierdo, buf, que susto.

     Esta situación fue repitiéndose en alguna que otra ocasión con el correspondiente sobresalto, pero pasados un par de días ya me había habituado a la situación y dejó de ser un problema.

     En las inmediaciones de Auckland y en la autovía que circunda la ciudad había bastante tráfico de vehículos, pero a medida que me alejaba en dirección a la costa este fue disminuyendo progresivamente. Pronto me encuentro viajando con el coche por unas carreteras secundarias de doble sentido muy tranquilas.
 
Vacas pastando en prados de Nueva Zelanda
Nueva Zelanda tiene unos increíbles paisajes, naturaleza en estado salvaje, verdes prados, montañas coronadas con inmensas arboledas. Ovejas, vacas y alpacas pastan en grandes extensiones de frondosos pastos. El día es soleado y el coche se desliza suavemente por las serpenteantes curvas que vertebran el paisaje mientras yo observo curioso el paisaje a ambos lados del camino.

El sol ha sobrepasado el cénit, voy con las ventanillas del coche bajadas y un agradable temperatura hace el paseo más placentero. Llego a la costa, paro el cochea la orilla del camino donde una explanada de hierva brinda una maravillosa vista del Océano Pacífico. El cielo está despejado y en el horizonte su funde el cielo con el mar mientras la silueta de un carguero entra lentamente en el azulado paisaje. Debajo, una serie perfecta de olas va dejando su rastro de espuma blanca en la fina arena de la orilla.

Catedrales del Mar - Costa Coromandel

     La tarde caía y busqué un buen sitio donde pasar la noche. Preparé una cena con la compra que había hecho en un supermercado. Desplegué el colchón en el interior del coche y me preparé para dormir. Me desperté con el alba y contemplé el frío amanecer junto al mar mientras me preparaba un café con el hornillo portátil.

Ese día visité las Catedrales del Mar y Hot Water Beach. Unos lugares espectaculares. Seguí un par de días más con el coche recorriendo la isla visitando Hobbiton, Rotorua, Waihi, Tauranga, Whangamata, Tairua y otros lugares increíbles. Cuando todo acompaña y se está muy a gusto el tiempo pasa rápido, pronto puse rumbo a mi siguiente destino, otro lugar fascinante me esperaba…

viernes, 15 de noviembre de 2013

Paseando por Malasia e Indonesia - islas sin motores

Torres Petronas - Kuala Lumpur (Malasia)


     Mi fugaz paso por Malasia se ciñó a su capital, Kuala Lumpur. Aproveché el tiempo que tenía en una larga escala de avión para conocer un poco la ciudad que, durante algunos años, albergó los edificios más altos del planeta, las famosas Torres Petronas.

     Fue una pequeña, divertida y arriesgada gincana en la que debía de conseguir los medios de transporte necesarios para llegar al centro de la ciudad y después, sin lugar a más entretenimientos de vuelta urgente al aeropuerto para seguir mi camino. Corría el riesgo de perder el vuelo que me llevaba a Indonesia pero acepté el juego sin tenerlas todas conmigo, y ya se sabe, en el juego o se gana o se pierde.

     Bajo del avión y me voy directo a la salida para tramitar el acceso al país. En poco tiempo consigo que me estampen el sello que me permite transitar por Malasia. Me apresuro a tomar el primer tren que me lleva hasta la estación central. Cuando llego comienzo rápidamente a localizar la línea de metro que se dirige al corazón de Kuala Lumpur, consigo hacerme con la información y sacar el billete en una máquina expendedora, subo en el primer tren y me bajo en una parada que se encuentra cerca de las Torres Petronas.

     Son las 16:00 horas, voy muy bien de tiempo. Encuentro la salida del subterráneo donde me encuentro y subo por las escaleras mecánicas hasta salir a la calle. Salgo justo en donde se encuentran los famosos edificios pero no los veo porque están a mi espalda, camino un poco y me dispongo a preguntar, doy la vuelta y me quedo mirando hacia arriba y la imagen me deja inmóvil y sobrecogido, ahí estaban las impresionantes Torres Petronas.
Torres Petronas al anochecer
    Pronto busco una de sus entradas e intento subir pero resulta imposible. Los tickets de entrada se suelen agotar en las iniciales horas de apertura. Visito su interior y veo todo tipo de comercios, después me dirijo a los edificios colindantes para intentar subir por ellos y tener una buena perspectiva. Pregunto en varios bloques pero no permiten la entrada. Finalmente me cuelo en un hotel cercano y subo con un cliente en el ascensor. El cliente introduce la tarjeta de su habitación en la ranura de la botonera del elevador y marca el piso 30. Yo como no tengo tarjeta me tengo que bajar ahí mismo y subir hasta el piso 72 por las escaleras. Subo sin detenerme los 42 pisos restantes, cuando llego a la cima del hotel mi pulso está acelerado y la puerta de la azotea blindada con un cartel que avisa que está conectada a una alarma. Así que me toca bajar, sin poder disfrutar de las vistas, al menos esta vez lo haría por el ascensor ya que sí permitía pulsar la planta baja.

     Fotografío las Torres de distintas perspectivas y luego me doy un paseo por la ciudad. Cuando comienza a anochecer regreso hasta las Torres que ya han empezado a iluminarse. Me hago con algo de comida y la degusto sentado en las inmediaciones mientras me deleito con la impresionante vista de este ingenio arquitectónico. Miro el reloj y me hace salir de este momentáneo encantamiento para poner rumbo al aeropuerto. De nuevo dos trenes y justo a tiempo para tomar el avión a Indonesia. Juego terminado y partida ganada!!!

 
Atardecer islas Gili - Indonesia
   Era madrugada cuando el avión aterrizaba en Bali (Indonesia). Como suele ocurrir en estos casos decido dormir en el aeropuerto para ahorrar una noche de estancia. Pese a ser las 2 de la madrugada el ambiente era caluroso y algunos mosquitos impedían que tuviera un placentero descanso.

     Amanece y me traslado hasta la famosa playa de Kuta. Tardo bastante en  encontrar algo decente a un precio razonable para pecnoctar. Finalmente consigo algo más caro de lo que me gustaría. Dejo las cosas y con impaciencia me dirijo hacia la playa, quiero ver las famosas olas de estos mares delicia de todo surfero. La playa es una maravilla y las olas ese día estaban bien.


Andando por las ramas - árbol en islas Gili
    Al día siguiente me levanto y voy directo a alquilar una tabla de surf. Caliento mis entumecidos músculos en la orilla y me adentro en el agua. Estoy un par de años sin coger una tabla y mi forma física no está en su mejor momento. Comienzo a remar pero las olas están un poco subidas para mí. Después de luchar como un jabato consigo superar la rompiente y me siento sobre la tabla para recuperarme del sobre esfuerzo. Cuando me encuentro en condiciones remo mi ola, trato de subir a la tabla pierdo el equilibrio y toneladas de agua me sumergen y baten sin ninguna contemplación. Salgo apurado y me cuesta recuperarme. Aún así lo volvería a intentar, pero con resultado parecido. Pienso que es mejor acercarme a la orilla y coger olas menos bravías, las otras son para cuando esté en forma.

     Ahora más cerca de la orilla consigo subirme a la tabla y surfear espuma. Luego busco una pared pequeña y así repito una y otra vez hasta que me quedo sin fuerza. Ha sido un día fantástico.
Cartel de bar en isla Trawangan - Indonesia

     Han pasado unos días y voy a la isla de Lombok cerca de Bali. Allí he quedado con Pablo el argentino que conocí en Tailandia. Me sorprende que podamos coincidir en un lugar tan remoto con el ajetreo de viaje que ambos llevamos. Al día siguiente de mi llegada aparece Pablo en el hotel. Es toda una alegría poder encontrarse de nuevo. Llevaba bastante tiempo solo y volver a ver una cara amiga es de lo más reconfortante.

     Decidimos ir a las islas Gili, cerca de Lombok. Nos embarcamos con los locales y en breve estamos en Trawangan una de las tres islas.


     Es un lugar maravilloso, tres islitas pequeñas de arenas blancas y turquesas aguas. No hay ningún tipo de vehículo a motor. Ninguna de sus calles están asfaltadas. No tienen policía ni tampoco hospital. No recuerdo que haya estado en un paraje así con anterioridad. Resulta una delicia. Mucha gente que llega hasta aquí viene impregnada de ese espíritu hippie que la mágica de la isla promueve.

Tortuga en el fondo marino de islas Gili - Indonesia
     Aquí conocimos a Maribel una chica de Málaga que tiene 26 años y viaja en solitario por Asia, a Aída de Barcelona tiene 30 años y también viajando en solitario por Asia, a Pedro un catalán de treinta y tantos instructor de buceo que está viajando y trabajando donde encuentra, a Mr. Wolf un alemán de 30 años que habla español y que viaja durante una temporada, y también a otras personas de espíritu libre.

    Las islas Gili son uno de esos lugares que te gustaría conservar para siempre en la memoria…
Llegaba el momento y tocaba de nuevo despedida ahí se quedaban las paradisíacas islas con sus rojos atardeceres y por delante el camino que continua…




miércoles, 6 de noviembre de 2013

Paseando por Camboya - Siglos escondiendo tesoros de piedra




Uno de los templos de Angkor


     Finalizada mi visita a Vietnam tocada dar el siguiente paso trasladándome a su país vecino Camboya. Tomé bien temprano un autobús que me llevó desde Ho Chi Minh (Saigón) hasta la capital de Nom Pen, en unas 6 horas. Posteriormente sigo mi ruta e invirtiendo un tiempo similar llego hasta Siem Reap, una provincia a unos 300 kilómetros al noroeste del país y donde se encuentran los famosos templos de Angkor.
Llegué sobre las 23:00 horas, me fui hasta el centro de la ciudad y busqué el alojamiento más económico posible. Una Guest House con habitaciones compartidas y que pagaba 7 dólares la noche. En Camboya casi todos los pagos se realizan en dólares, los cajeros de hecho no se molestan en dar la moneda local, los rieles, sino que directamente entrega dólares americanos.

     Cuando me levanté al día siguiente encontré en una mesa del albergue a un grupo de personas que hablaban en español. Eran unos chicos y chicas colombianos de unos veintitantos años que viajaban juntos. En la conversación participa Víctor de Castellón que viaja en solitario por Asia, y tiene una edad aproximada a la mía.  Los dos teníamos pensado ir en bicicleta para hacer la visita de los templos así que decidimos ir juntos. Es un paseo de unos 30 kilómetros entre ida, vuelta y visita al recinto arqueológico
 
Templo Ta Prohm
     Los templos de Angkor se encuentran sobre una superficie de 400 klms. cuadrados y existen más de 100 por lo que verlos todos es una tarea que requeriría mucho tiempo. Facilita la labor el hecho de que existan concentrados muchos de ellos en un espacio más abarcable y que sean los que gozan de más popularidad.

     Fueron erigidos durante los siglos VIII a XV, y permanecieron ocultos siglos entre la selva hasta que en 1.860 fueron descubiertos por misioneros franceses. 

     Paseo con la bici hasta llegar al primero de los templos, se llama Angkor Wat, es bastante grande, hay que pasar andando, así que dejo la bici en la puerta y camino por una larga y antigua calzada que viaja a través de un lago antes de entrar al interior del templo. Está todo construido en piedra de color grisáceo,  la lluvia ha ido alimentando el verde moho que colorea la parte superior de los pétreos adoquines. No parece que hayan utilizado argamasa para unir los grandes bloques que forman el grandioso monumento. Veo largos y laberínticos pasillos de columnas con techos bajos. Camino salvando escalones, torres que se alzan imponentes, me encuentro absolutamente maravillado.


  
Por caminos en busca de templos escondidos.
   Cuando llevo unas horas decido descansar para comer y asimilar la maravilla arquitectónica. Después visitaría otros templos que vuelven a causar el mismo efecto que el primero.

    El hecho de haber estado ocultos durante siglos han hecho que sobrevivan sin que existan edificaciones más modernas que adulteren su autenticidad. Así que el entorno es absolutamente selvático, con árboles gigantes, plantas exuberantes, vida animal y preciosas flores.

     Uno de los templos que más me impresionó fue el popular Ta Prohm. Algunos templos se han mimetizado con la naturaleza, pero este es especialmente llamativo. Los gigantes árboles engullen con sus enormes raíces las grandes piedras del templo formando un conjunto absolutamente sobrecogedor.

Comunion de naturaleza y espiritu
   



      Es el segundo día de la visita y decido volver a ir en bici, hoy también me acompaña Víctor en la ruta, charlamos y se hace ameno el camino. A medio día la lluvia hace acto de presencia y aprovechamos para comer en uno de los chiringuitos que los locales tienen en las inmediaciones. No para durante un par de horas. Muchos turistas se han ido. Nosotros decidimos seguir viendo templos con las bicis. Nos adentramos en la selva por un sendero estrecho, el terreno está encharcado por muchos lugares y las ruedas de la bici, en algunos tramos se hunden en el barro. La tarde está cayendo y queda poco tiempo de luz. No nos cruzamos con nadie y empezamos a pensar que nos podríamos perder. Finalmente y cuando ya quedaba poca luz encontramos uno de estos maravillosos templos entre los árboles, envuelto entre la niebla y absolutamente solo. El templo no está reconstruido y debe de tener un aspecto similar al que encontraron sus descubridores. La escena es absolutamente maravillosa. No es de extrañar que estos templos hayan inspirado historias, novelas y películas. Y así me sentí yo en este escenario real de esta película que es la vida en la que yo era el protagonista.